
La Comisión Europea presenta la Estrategia de Resiliencia Hídrica (ERH): ¿Hacia una economía inteligente del agua que no deje a nadie atrás?
Cristóbal Molina Navarrete.
Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social.
Alfonso Parras Martín.
Profesor Titular de Derecho Mercantil.
Universidad de Jaén.
1.
Nadie seriamente, un en su sano juicio, negaría que el agua dulce es una de las condiciones de sostenibilidad de la vida más esenciales para el planeta tierra y, sobre todo, para la especie humana. Y, sin embargo, poca gente sensata negaría tampoco que, en el momento actual, es un recurso especialmente en peligro, por la explotación tan salvaje al que lleva sometido desde hace tiempo, especialmente en determinados sectores, como el agropecuario y agroalimentario. A cinco años de la finalización de la célebre (tanto como discutida) Agenda 2030, los progresos hacia el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) n. 6 (Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos) presenta notables déficits, tanto en los planes de acción como en los programas de estudios, lo que pone en riesgo cierto su cumplimiento mínimo.
Como en otras ocasiones hemos reseñado, no sería ya tanto un problema de sequía (no llueve), sino de escasez, por el fuerte desequilibrio entre la oferta (agua disponible) y la demanda (agua reclamada para los usos humanos y económicos). La demanda de agua a nivel mundial crece exponencialmente por las altas tasa s de crecimiento demográfico, la rápida urbanización, el desarrollo económico basado en consumos intensivos y las modalidades cambiantes de consumo. El cambio climático intensifica este crecimiento de la demanda al tiempo que reduce el agua dulce disponible, por las cada vez más frecuentes, sequias, que conviven, cierto, con fenómenos meteorológicos extremos de signo contrario (inundaciones).
España conforma un Estado, una economía y una sociedad especialmente afectado por estos desequilibrios. A las sequías recurrentes suma una creciente sobreexplotación del agua (de ríos y acuíferos), sobre todo por un modelo agrario poco racional y sostenible (ejemplos claros -no únicos- son Doñana y las Tablas de Daimiel). Por lo que, especialmente algunas zonas del centro y del sur de nuestro país presentan unos niveles especialmente graves de riesgo de insostenibilidad respecto a otros países de la Unión Europea.

Pues bien, parece que la Comisión Europea está decidida a promover un nuevo modelo de gestión integralmente sostenible (esto es, ambiental, económica y socialmente) del agua. A tal fin, ha presentado la Comunicación al Parlamento Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de las Regiones, titulada ”Estrategia Europea de Resiliencia Hídrica (ERH), de 4 de junio de 2025. Su punto doble punto de partida es claro. De un lado:
“Nuestro entorno…economía…seguridad alimentaria…y nuestra calidad de vida dependen de un suministro estable de agua de calidad”.
De otro, esta provisión sostenible del vital recurso hídrico no está, ni mucho menos, asegurado, más bien todo lo contrario y Europa debe prepararse para poder anticipar su más que probable “crisis emergente”. De no abordarse debidamente:
“las desigualdades hídricas pueden perjudicar la cohesión económica, social y territorial general de la UE…sobre todo en las regiones…donde la presión climática y las infraestructuras limitadas dificultan especialmente el acceso a un agua limpia y segura.”
La Comisión asume el consenso mundial sobre la insostenibilidad del actual modelo de gestión hídrica. Una constatación que formará parte de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua de 2026, de la que se espera represente un punto de inflexión real en los avances hacia el citado ODS n. 6. No por casualidad, a nivel mundial, las catástrofes relacionadas con el agua provocaron el movimiento de cuarenta millones de personas en 2024 y causaron daños valorados en más de 480 000 millones de euros (Informe Global del Agua, 2024)
2.
La Comisión no duda en calificar jurídicamente el acceso a un agua limpia a precio asequible como un “derecho humano” y un “bien público” y, por lo tanto, su aseguramiento debe ser una prioridad. Así se establece ya en la llamada Estrategia de preparación de la Unión para prevenir amenazas y crisis emergentes. Incluye 30 acciones clave y un Plan de Acción detallado para avanzar en los objetivos de preparación de la Unión y desarrollar una «cultura de preparación desde el diseño» en todas las políticas de la UE. Desde luego, las relativas al agua son esenciales.
Por tanto, promover, e invertir en, una gestión sostenible e innovadora del agua (usos sociales y económicos) no solo asegurará la cohesión social y territorial, sino que reforzará la competitividad de la economía y las empresas de la UE. De ahí que, fiel a su doble alma, económica y social, la necesidad de una estrategia de integración de la “resiliencia hídrica” en las decisiones públicas y empresariales, con una visión sistemática, coherente y global, para impulsar un modelo de gestión sostenible del agua (y su economía), que tengan en cuenta los escenarios climáticos a largo plazo, se presenta tanto como una necesidad social cuanto como una gran “oportunidad de negocio para la industria de la UE”. Europa es líder mundial en tecnología hídrica (posee el 40 % de las patentes relacionadas con ella a escala global) y emplea a más de 1,6 millones personas trabajadoras en 81.500 empresas (en su mayoría pymes), generando más de 110.000 millones de euros. Por eso la Estrategia Europea de Resiliencia Hídrica compromete reforzar la ventaja competitiva de la UE, dentro y fuera del mercado único, mejorando la eficiencia hídrica (reducción de costes del agua, maximización de su aprovechamiento) y la capacidad de creación de empleo (unos 9 000 puestos de trabajo adicionales al año con calidad de condiciones de empleo).
Habría llegado la hora, pues, de priorizar la resiliencia hídrica en la agenda política europea, como anunció la presidenta de la Comisión en sus orientaciones políticas 2024-2029. Un imperativo político y socioeconómico compartido por el Consejo Europeo, el Parlamento Europeo y el Comité Económico y Social Europeo (CESE). La Estrategia a tal fin busca, pues, ayudar a los Estados, a las empresas y a los interlocutores sociales para mejorar la gestión hidrológica, corregir la escasez de este recurso e impulsar la ventaja competitiva e innovadora de la industria del agua mediante la adopción un enfoque de economía limpia y circular. Aunque en ella se reconoce la diversidad de modelos de gestión nacional, que dice respetar, pues no existe una solución única, ante una disponibilidad de agua y vulnerabilidad sectorial al “estrés hídrico” muy variables entre zonas y territorios de la UE, asume la necesidad de instrumentos y financiación comunitaria que ayuden a progresar en una gestión global más sostenible del agua y su economía. A partir de esta visión, que, a su vez, se hace eco de la presentada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua de 2023, la resiliencia europea en materia hídrica exigiría una vía coordinada para garantizar un suministro de agua seguro para toda la población.
3.
El objetivo clave es satisfacer el ejercicio efectivo del derecho humano al agua potable a precio asequible sin comprometer los derechos de las futuras generaciones (principio de solidaridad típico de los derechos de tercera generación, que integran dimensiones sociales y civiles). Para ello será es necesario una faceta ambiental (proteger y restaurar los ecosistemas acuáticos) y otra social (lograr un justo equilibrio entre la oferta y la demanda de agua que cubra las necesidades de de forma racional), a sumar a la económica referida. De forma más concreta, para avanzar hacia esta modelo de resiliencia hídrica en Europa, se fijan tres objetivos:
- Restaurar y proteger el ciclo hidrológico (enfoque ambiental).
- Desarrollar, en estricta colaboración con la ciudadanía y con los agentes económicos, una “economía hidro-inteligente” que fortalezca la industria del agua sin dejar a nadie atrás (enfoque económico)
- Garantizar el acceso continuo al agua limpia y al saneamiento a un precio asequible para toda la población (enfoque social).
Defendiendo un principio de subsidiariedad (la posición comunitaria es la de apoyar a los Estados e interlocutores socioeconómicos para que avancen en ese modelo de gestión hídrica sostenible integralmente), la Comisión propone, para apoyar a los Estados miembros y mejorar la cooperación transfronteriza en materia de agua, la Estrategia establece cinco ámbitos de actuación comunitarios:
- gobernanza y aplicación
- financiación, inversiones e infraestructuras
- digitalización para acelerar y simplificar una buena gestión hídrica
- investigación e innovación, industria y competencias
- seguridad y preparación.
Cada objetivo, y cada ámbito de acción, contempla un catálogo de “acciones emblemáticas” para lograr su consecución, con una previsión temporal a tal fin (la lista completa está en el Anexo I). En lo que concierne al objetivo de promover una economía inteligente del agua socialmente justa (sin dejar a nadie atrás), junto al principio de eficiencia hídrica, destaca la llamada a la Política Agraria Común (PAC):
“Aprovechar al máximo los planes estratégicos de la PAC para impulsar la resiliencia hídrica mediante el intercambio de información y las soluciones innovadoras promovidas por la red de la PAC de la UE, la Asociación Europea para la Innovación (AEI-AGRI) y unos servicios de asesoramiento agrícola mejorados e independientes.”.
De este modo, en este sector la gestión hídrica basada de sostenibilidad integral (ambiental, económica y social) adquiere una especial intensidad. Aunque incluye otros, como el más moderno de la industria de la gestión de datos, dado el consumo de agua tan elevado que muestra, por citar otro ejemplo.

4.
Es momento de cerrar este primer y sucinto análisis de una Estrategia que, sin duda, exigirá un fuerte compromiso institucional, financiero y socioeconómico para hacerlo realidad, por cuanto la Comunicación comunitaria ofrece una imagen más optimista de lo que realmente encontramos hoy y, seguramente, se mantendrá en los próximos años, pese a la importancia de actuar ya en esa dirección de lograr una gestión socioeconómica más eficiente y justa del agua. Tiempo habrá de ir más allá, deteniéndonos en aspectos específicos de la mayor interrelación entre lo social, lo jurídico y lo ambiental en relación con la gestión resiliente hídrica. Ahora, hay que terminar con la demanda que hace, al concluir, la Comisión, en virtud de la cual se pide “a los Estados miembros, a los socios institucionales, a las empresas y a todos los sectores de la sociedad que actúen según lo establecido en la presente Estrategia.”.
Para no dejar decaer este objetivo, la Comisión ha trazado un programa de acciones al máximo nivel. A saber;
- A partir de diciembre de 2025, la Comisión organizará un Foro de Resiliencia Hídrica cada dos años que permitirá establecer un diálogo inclusivo entre las partes interesadas de la UE y de terceros países con el objetivo de evaluar los avances logrados en materia de resiliencia hídrica a todos los niveles de gobierno, en las empresas y en la sociedad civil, además de supervisar la aplicación de la presente Estrategia.
- En 2027, la Comisión llevará a cabo una revisión intermedia de los avances logrados en la aplicación de las medidas incluidas en la presente Estrategia, así como una evaluación de la Recomendación sobre el principio de la primacía de la eficiencia hídrica. En este contexto, algunas acciones podrían actualizarse o revisarse.
- En 2029, la Comisión evaluará los avances, incluido un análisis completo de las medidas nacionales adoptadas en clave de eficiencia hídrica.